didáctica toledana de la literatura

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Temario

Tema 1 La literatura: aspectos generales

Tema 1.1 Concepto de Literatura
Tema 1.2 El lenguaje literario
Tema 1.3 Los géneros literarios

Tema 2 Didáctica de la Literatura

Tema 2.1 Competencia lectora y competencia literaria
Tema 2.2 La literatura en el currículo escolar
Tema 2.3 Actividades didácticas para la formación lecto-literaria en Educación Primaria
Tema 2.4 Didáctica del comentario de textos
Tema 2.5 La LIJ, su aplicación al aula de Primaria

Tema 3 Historia de la Literatura

Tema 3.1 Etapas, obras y autores de la literatura española
Tema 3.2 Estrategias para la selección de textos literarios

martes, 23 de abril de 2013

Primero aprende y solo después enseña

El informe de los inspectores educativos de la Comunidad de Madrid sobre el desastroso nivel de conocimientos culturales positivos de los licenciados en Magisterio ha sacado a la luz un “secreto” bien conocido en las aulas universitarias españolas en general y en las de las Facultades de Formación del Profesorado en particular. Y los que hemos tenido contacto con ese problema de manera directa y fehaciente podemos dar fe de ello por experiencia propia.
Lo más preocupante de algunas reacciones al informe por parte de los afectados es la negativa a contemplar el núcleo del problema: que la formación universitaria recibida ha descuidado gravemente los fundamentos disciplinares (el conocimiento derivado del cultivo de las disciplinas científico-humanísticas: historia, matemáticas, literatura, biología…) en beneficio del saber formal y procedimental de las “ciencias de la educación” (teorías psicopedagógicas, doctrinas didácticas, praxologías docentes…). Tal es el caso de la reacción de la alumna mencionada en el artículo de este mismo diario (Un fallo docente desde la base, 14 de marzo de 2013) que desconocía la ubicación de los ríos Ebro, Duero y Guadalquivir: “A mí no me tendrían que preguntar los ríos de España, es mucho más importante que evalúen mi capacidad para enseñárselos a un niño ciego”.

Se trata de una respuesta asombrosa e inquietante por su patente desafío a toda lógica intelectual humana (¿cómo enseñar algo a un alumno ciego si no se sabe hacerlo a uno vidente?) y también al principio básico de la pedagogía más clásica y ya casi bimilenaria: Primum discere, deinde docere (primero aprende y solo después enseña). Un principio, por cierto, remarcado una y otra vez por los mejores pedagogos y psicólogos de la educación que han abordado el problema. Así, por ejemplo, se expresaba Richard S. Peters, famoso director del Institute of Education de la Universidad de Londres, allá por 1977: “Si hay algo que debe considerarse como una preparación específica para la enseñanza, la prioridad debe darse al conocimiento exhaustivo de algo que enseñar. Un profesor, en la medida en que está vinculado a la enseñanza y no ya a la terapia, la socialización o el asesoramiento sobre oficios y carreras, debe dominar algo que pueda enseñar a otros”. Y así corrobora ese aserto algunos años después una figura como Margret Buchmann desde una institución homónima de la Universidad de Michigan: “Conocer algo nos permite proceder a enseñarlo; y conocer un contenido disciplinar en profundidad significa estar mentalmente organizado y bien preparado para enseñarlo de manera general. El conocimiento de contenidos disciplinares es una precondición lógica para la actividad de la enseñanza; sin él, las actividades de enseñanza, como por ejemplo hacer preguntas o planificar lecciones, están colgadas en el aire”.

Hannah Arendt advirtió de que la pedagogía se emancipó de la materia que se va a transmitir
¿Cómo hemos llegado a esta ridícula, pero grave, situación? Dejando aparte conocidas razones sociográficas derivadas de la conformación de un gremio profesional con aspiración al control unívoco de una materia definida como “ciencia de la educación”, la clave probablemente está en la difusión de unas filosofías y antropologías psicopedagógicas de perfiles muy pragmatistas y formalistas que han llegado a ser hegemónicas en el campo de la pedagogía y la didáctica (y en los planes de estudio del magisterio español, de paso). Ya en los años sesenta del siglo XX, cuando esta deriva comenzaba a extenderse por Estados Unidos, Hannah Arendt lanzó una llamada de alerta con su habitual perspicacia: “Bajo la influencia de la psicología moderna y de los dogmas del pragmatismo, la pedagogía se desarrolló, en general, como una ciencia de la enseñanza, de tal manera que llegó a emanciparse por completo de la materia concreta que se va a transmitir”. Una década después, era el pedagogo canadiense Lucien Morin el que advertía contra los desvaríos de unos “charlatanes de la nueva pedagogía” que querían hacer tabula rasa de todas las experiencias docentes previas en aras de una modernidad mal entendida. Sus palabras son particularmente actuales a la vista del caso madrileño: “Todos afirman que gracias a las ciencias de la educación serán más respetadas las exigencias intelectuales y, sin embargo, lo que está ocurriendo en todas partes es exactamente lo contrario”.

Ciertamente, no cabe duda de que las perspectivas psicopedagógicas mencionadas adolecen de sustancialismo formalista metafísico (“se puede enseñar de todo a todos al margen de los contenidos enseñables”), carecen de fundamento racional lógico (el mantra de “aprender a aprender” no dice nada: aprender a aprender solo quiere decir “aprender”) y resultan dañinas pragmáticamente en el plano docente (¿qué ganamos con llamar “segmento de ocio” al recreo, “permanencia de ciclo” a la repetición de curso o “diseño curricular básico” a la elaboración del programa de estudios?).
En esos planteamientos late el presupuesto falso de que en la enseñanza y el aprendizaje, como actividades humanas regladas para la transmisión y adquisición de conocimientos positivos y habilidades pragmáticas, cabe diferenciar y analizar como distintos y autónomos a la forma y a la materia, al continente y al contenido, al pretendido proceso efectivo fijo y regular (la razón que sobrevuela) y a sus supuestos componentes ocasionales y aleatorios (la empiria que es estructurada). Solo desde este punto de mira la pedagogía y la didáctica serían así verdaderas “ciencias” soberanamente autónomas que mostrarían y desvelarían el proceso formal, racional y continente de la “educación, la enseñanza y el aprendizaje”, con independencia de lo que pudiera ser la materia prima, el contenido disciplinar, el campo empírico y semántico referencial, de esas actividades.

Un maestro debe rebatir y mantener a raya la verborrea pretenciosa de la ciencia educativa
Pero esa es una pretensión falaz y su resultado un desastre cultural sin paliativos en el horizonte. ¿Por qué? Porque, en sentido estricto histórico, no es posible aprender a enseñar, como tampoco a pensar, sin que esos verbos transitivos tengan un complemento predicativo inherente e inexcusable que defina y aclare su sentido: ¿Enseñar qué? ¿Pensar en qué? ¿Cabe pensar en un joven que piense sin que añadamos sobre qué está pensando: el próximo examen a preparar, su futuro profesional, la situación familiar, la angustia de la soledad, la dicha de ser amado, el presentimiento de la mortalidad, la compleja entidad del pensamiento reflexivo? ¿Acaso puede ser lo mismo enseñar a leer a un niño, que a operar con elementos químicos a un bachiller, que a conducir un coche a un joven, que a traducir textos del latín a un neófito interesado pero adulto, que a identificar las estructuras estelares a través de un telescopio de nueva gran potencia a un astrónomo en formación posdoctoral? Y por eso mismo, con independencia del interés, aplicabilidad y eficacia potencial (indudable, a nuestro juicio) de los saberes pedagógicos y didácticos, el acto educativo y la labor de enseñar y de aprender siempre será una materia informada (es decir: la única posible, puesto que la materia informe es incognoscible o es la nada absoluta o la estéril totalidad indiferenciada) y siempre un continente contendrá algún contenido (porque de lo contrario no sería tal, aunque dicho contenido fuera en su límite como un conjunto vacío, un sistema de partes ausentes o simplemente un valor cero).

En resumidas cuentas, todo maestro y profesor y todo alumno y estudiante que aspire a ser maestro-profesor (siempre de algo: desde la especialidad de formación para pedagogo y educador infantil a la de instructor de vuelo aeronáutico o experto latinista; no hay profesor “de todo y para todo” ni educación “en todo y de todo”) debe conocer los fundamentos básicos de sus disciplinas y algunos más específicos del saber acumulado por las investigaciones pedagógicas y las experiencias didácticas. Pero también debe desconfiar, rebatir, ponerse en guardia y mantener a raya la verborrea pretenciosa y vacua de una supuesta ciencia holística de la educación formal, inmaterial e incontaminada de contenidos efectivos conceptuales y empíricos. Y es preciso y urgente que esta evidencia penetre en las aulas de las Facultades de Formación del Profesorado. Por mera razón de supervivencia propia y autoestima profesional.

Enrique Moradiellos es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura.

El País 22 de marzo de 2013
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miércoles, 17 de abril de 2013

Tema 1.3 Los géneros literarios. Poemas líricos menores, de tradición popular y otros

1.2.1. Poemas líricos menores

Soneto
Romance
Letrilla
Madrigal

1.2.3. Lírica de tradición popular

Jarcha
Serrana
Villancico

1.2.4. Otros géneros líricos

Epigrama
Epístola



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domingo, 14 de abril de 2013

Gracias, Grecia



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jueves, 11 de abril de 2013

Comentario de textos

Tema 2.4 Didáctica del comentario de textos

Conviene conocer bien este documento: 

El comentario de textos literarios por Natalia Bernabeu Morón

Esquema básico de comentario de textos:

 Qué dice:

         Tema (s): abstracto y general, frente a lo concreto y singular del argumento: "La libertad se sobrepone al destino" (La vida es sueño). El argumento sería: "Segismundo es encerrado por su padre porque un vaticinio afirmaba que sería cruel...".

               Punto de vista del autor. El punto de vista es la posición del autor ante el tema. Es una hipótesis que formulamos sobre todo a partir del desenlace. Por ejemplo: ante el tema libertad-destino, caben, básicamente, tres posibilidades: optar por la libertad, optar por el destino, dejar abierta la cuestión. El desenlace de La vida es sueño supone una apuesta por la libertad.
          
               Qué ME dice: punto de vista del lector. No se trata de hablar de un lector genérico, sino del lector concreto, o sea tú, que estás haciendo el comentario. Posición del lector ante los temas, razonando. Por ejemplo: en el caso anterior de La vida es sueño, razonar si se comparte la posición del autor, o no, y por qué.

No hay que confundir el punto de vista con la valoración final.
  
 Cómo lo dice:

           Tipo de narrador

           Estructura

           Lenguaje literario 

           Peculiaridades lingüísticas ("hablar de vos"...)


Valoración final: Relacionar ambos apartados, tratando de responder a esta pregunta ¿Por qué dice lo que dice (qué) de este modo (cómo)? No limitarse a "me gusta", "no me gusta", "engancha"... Dar razones. Por qué funciona o no literalmente, ser crítico con los temas. Una obra literaria es tanto mejor cuanto más coherencia hay entre forma y fondo.




 
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Etiquetas: Tema 2.4 Didáctica del comentario de textos

domingo, 7 de abril de 2013

Las obras son inventos del autor, no radiografías de la época

Los autores son seres humanos, esto es, racionales y libres, más o menos condicionados por su época, pero no determinados por ella.

En cualquier comunicación normal, el referente puede ser real o imaginario. En cualquier caso, refleja el punto de vista del emisor:

La alteración del referente se multiplica exponencialmente cuando el emisor es un creador, y cuando lo que crea es una fábula, una novela.


novela.
(Del it. novella, noticia, relato novelesco).

1. f. Obra literaria narrativa de cierta extensión.
2. f. Género literario narrativo que, con precedente en la Antigüedad grecolatina, se desarrolla a partir de la Edad Moderna.
3. f. Ficción o mentira en cualquier materia.


Las obras literarias son invenciones, no "reflejos" de la época.

El novelista no es un notario de la realidad, es un creador, un inventor, un fabulador.

Hay novelas verosímiles (El camino de Miguel Delibes), inverosímiles (El Señor de los anillos) y mixtas (Caperucita en Manhattan). Pero todas poseen elementos verosímiles (ideas, conductas, sentimientos humanos...), aunque el marco sea fantástico (Crónicas de Narnia). Difícilmente se leería un texto completamente inverosímil. El lector necesita reconocerse de alguna manera en lo que lee.

 Poética de Aristóteles II, 1: El imitar es connatural al hombre desde niño, y en esto se diferencia de los demás animales, que es inclinadísimo a la imitación, y por ella adquiere las primeras noticias. Lo segundo, todos se complacen con las imitaciones, de lo cual es indicio lo que pasa en los retratos; porque aquellas cosas mismas que miramos en su ser con horror, en sus imágenes al propio las contemplamos con placer, como las figuras de fieras ferocísimas y los cadáveres. El motivo de esto es que el aprender es cosa muy deleitable, no sólo a los filósofos, sino también a los demás, dado que éstos por breve tiempo lo disfrutan. Ello es que por eso se deleitan en mirar los retratos, porque considerándolos, vienen a caer en cuenta y argumentar qué cosa es cada uno, como quien dice: Éste es aquél; que quien no hubiese visto antes el original, no percibiera el deleite por razón de la semejanza, sino por el primor de la obra, o del colorido, o por algún otro accidente de esta especie. Siéndonos, pues, tan connatural la imitación como el canto y la rima (que claro está ser los versos parte de las rimas), desde el principio los más ingeniosos y de mejor talento para estas cosas, adelantando en ellas poco a poco, vinieron a formar la poesía de canciones hechas de repente.
(Traducción de José Goya y Muniain).

La narrativa europea en lenguas modernas nació presentándose como historia, una estrategia para atraer lectores, aunque frecuentemente incluía elementos maravillosos, como un hombre-lobo. Desde el Renacimiento hasta nuestros días el realismo ha sido una estrategia muy usada, lo que no significa que los textos reproduzcan la realidad: son novelas.

Las obras poseen una impronta decisiva de su autor.

Góngora y Quevedo son contemporáneos, y muy diferentes.

Cervantes y Lope de Vega son contemporáneos, y muy distintos.

Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón se ocupan del mismo género, pero sus obras son diversas, y reflejan mundos diversos..

Cada obra de estos escritores nos muestra la identidad de su autor.

El Guzmán de Alfarache (Mateo Alemán) transmite pesimismo; las Novelas ejemplares (Cervantes), optimismo. Son casi contemporáneas. ¿Qué obra refleja mejor la época...?

Esto ocurre en todas las artes: compárense estos cuadros de El Greco y de Velázquez.



El Lazarillo de Tormes es una novela, una invención. ¿Qué aspectos de la época refleja? Para responder a esta pregunta hay que conocer la época, no basta el libro que, además, es una novela.
Leyendo solo el Lazarillo no podemos responder a estas preguntas:

¿Qué niveles y porcentajes hay de pobreza?

¿Qué estratos nobiliarios estaban arruinados? ¿En qué proporción?

¿Cuántos eclesiásticos vivían hipócritamente? ¿En qué proporción?

Necesitaríamos conocer muy bien la época para saber en qué medida el Lazarillo es reflejo de la época.

¿Quién es más representativo, el escudero o Hernán Cortés o Pizarro?
¿El arcipreste o San Ignacio de Loyola?

Las obras literarias nos remiten a su autor y podemos analizarlas literariamente. Cualquier conclusión extraliteraria necesita una demostración extraliteraria.

Podemos estudiar los temas, los puntos de vista, el narrador, la estructura, el lenguaje literario, pero no podemos saber en qué medida refleja una realidad extraliteraria a partir de un texto (solo).

Un crítico del año 2300, ¿sabrá cómo son los colegios ingleses a partir de Harry Potter?

En el Poema de Mío Cid tiene poca presencia la mujer. ¿Eso significa que la mujer está poco presente en la literatura medieval? Sería una conclusión completamente equivocada. La mujer está poco presente en la épica, pero en la lírica y en la narración caballeresca es omnipresente; es más, la Edad Media, desde los trovadores provenzales hasta el estilnovismo italiano pasando por la lírica popular inventa a la mujer como principal sujeto de hermosura y objeto de amor, rompiendo el cierto equilibrio entre hombre y mujer del mundo grecolatino.


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Etiquetas: Tema 3.1 Etapas obras y autores de la literatura española

miércoles, 3 de abril de 2013

Teorías fallidas, mentes famélicas

 JOSÉ IGNACIO MORENO
  • 1.FEB.2013

Ante las evidentes carencias de la escuela en muchos países occidentales, se intentan remedios con reformas del curriculum, nuevas tecnologías, aumento de medios materiales... Pero el fallo puede ser mucho más profundo. Esto es lo que apunta E.D. Hirsch en su libro La escuela que necesitamos (1), publicado en 1999 y ahora traducido al español. Hirsch, experto en poesía romántica inglesa y catedrático emérito en la universidad de Virginia, viene criticando desde finales de los años ochenta, la ideología pedagógica que insiste en el proceso de aprendizaje y minusvalora los conocimientos. Además de desmontar esta teoría, Hirsch es fundador del movimiento “Core Knowledge”, cuyos principios ya estaban orientando con éxito a 770 escuelas norteamericanas en 2010.
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Etiquetas: desde la prensa
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